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  La rehala
 

A la edad de 10 años comencé a ir acompañando a mi abuelo a las monterías. Él nunca tuvo perros, y tampoco mi padre, que no era muy cazador.

Año tras año, me interesaba más por los perros que por coger la escopeta, llegando a conocer todos los perros que por aquellos entonces iban en un camión hasta las manchas a montear, tres de uno, cinco de otro, etc.

Mis primeros perros, los tuve con trece años, uno cruzado con setter y un cruce de macaco. El “Toni”, la “Candela”, el “Kuman” podenco amarillo buenísimo y otros a los que no hago mención ya que no merecieron la pena, fueron los perros que me acompañaron en mis primeros años.

            Los perros al principio,  nunca los sacaba de montería, pero acompañaba a mi tío que guardaba una piara de cabras y cazaba de sol a sol, saliendo al campo con ellos.

            Cuando yo comencé, como solía decirse, había jabatos hasta en la puerta del cortijo, y algunas noches de verano habríamos las ventanas y sentíamos los perros liados con los guarros. Yo los animaba dando voces a las dos o las tres de la madrugada.

            El tiempo pasaba y llegó la época de los remolques y las rehalas de fuera. Entonces vinieron unos Amigos de Huelva (Rehala “Los Amigos”) que cazaban con perros procedentes de Paterna, por cierto preciosos y que yo nunca había tenido el placer de ver. Sus colores, berrendos en negro, pintados en “colorao”, algunos sonados en estas sierras, como el “Maestro” y el “Currillo”, que eran dos máquinas cazando los jabatos. A mí, me gustaba el “Currillo”, perro fuerte, largo y cabezón, berrendo en verdino. Cuántas faenas le vimos y cuántos guarros se le matarían a ese perro.

En cuanto a los inicios de mi rehala, de un cruce de una podenca y el “Maestro”, me regalaron una cachorra a la que llamé “Dévora”, de la que proviene el noventa por ciento de mis perros, cruzándola con hijos del Currillo y el Maestro.

            Perros como el “Famoso” y el “Chamaco” de Joselito de Río Tinto, que por aquel entonces llenaban las manchas con los campanos (como él dice) pintados de amarillo, me enamoraban al verlos cazar. Estos perros eran medianos y se comían a los guarros, habiendo ahora evolucionado hacia perros más levantados y aguileños.

            Joselito, junto a Manuel Caballero, del que también crucé uno de sus perros (el “Campi”) con una perra mía, fueron los que me metieron en el mundo de la Rehala, dándome monterías y enseñándome a cruzar y no recoger todo lo que me daban.

            Cuando empezamos a montear con papeles, unía mis perros con los de mi tío Alejandro “el Pepo”, acompañándome siempre mi primo José Pedro, q.e.p.d.

Si teníamos que salir fuera a montear juntábamos unos 25 perros, los míos, los de mi primo, los perros del “Indio” ( Pampero, Saga, Plis play, etc), los del melena, Polera, Demetrio y de esta manera, lo que nos daban lo cogíamos para pagar el gasoil y lo demás nos lo gastábamos en lo que más nos gustaba, alguna borrachera que otra.

En la actualidad, cuento con 23 perros, ya que nunca me ha gustado tener muchos ni llevar cabras detrás de mí, como yo digo. Mejor pocos, bonitos y buenos.

Si alguien ve o piensa que mis perros son podencos paterninos, de mi boca nunca ha salido, pero lo que si es cierto es que de ahí vinieron y que yo nunca crucé ni con mastín, pit bull, dogos ni otros cruces raros. Cuando fui seleccionando, siempre pregunté a alguien más viejo y entendedor que yo y si alguien hizo alguna cruza de estas, serían los dueños del Maestro, Currillo, Famoso, Chamaco, Ligero, Marismeño, Campi o Pesadilla, aunque no lo creo, pero como siempre hay alguien que piensa que los de los demás o no viene limpio o trae alguna gotera de …

Dicho lo dicho, a mí lo mismo me da, ya que a quien le tienen que gustar mis perros en la perrera es a mí y en el campo a los demás, a los que son verdaderos monteros.

 






 
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